






Quercus ilex (encina) es un árbol de la familia de las fagáceas. Otros nombres vulgares con los que se conoce a la
encina son
carrasca,
chaparra o
chaparro.
Es un árbol perennifolio nativo de la región mediterránea
de talla mediana, aunque puede aparecer en forma arbustiva,
condicionado por las características pluviométricas o por el terreno en
el que se encuentre.
Es un árbol de talla media, que puede llegar a alcanzar de 16 a 25
metros de altura. En estado salvaje, es de copa ovalada al principio y
después va ensanchándose hasta quedar finalmente con forma
redondeado-aplastada. De joven suele formar matas arbustivas que se podrían confundir con la coscoja
(Quercus coccifera) y, en ocasiones, se queda en ese estado de arbusto por las condiciones climáticas o edáficas del lugar.
Las hojas son perennes
y permanecen en el árbol entre dos y cuatro años, con una media de 2,7
años. Coriáceas y de color verde oscuro por el haz, y más claro y
tomentosas por el envés, están provistas de fuertes espinas
en su contorno cuando la planta es joven y en las ramas más bajas
cuando es adulta, careciendo de ellas las hojas de las ramas altas. Por
eso a veces recuerda, cuando es arbusto, al acebo.
El envés de las hojas está cubierto de una borra grisácea que se
desprende al frotarlas y por la que se puede distinguir fácilmente las
encinas jóvenes de las coscojas, cuyas hojas carecen de ese vello y son
de un verde vivo en el envés. Estas hojas, muy duras y coriáceas, evitan
la excesiva transpiración de la planta, lo que le permite vivir en lugares secos y con gran exposición al sol, como la ribera mediterránea.
La corteza
es lisa y de color verde grisáceo en los tallos; se va oscureciendo a
medida que crecen y, alrededor de los 15 o 20 años, se agrieta en todas
direcciones, quedando un tronco muy oscuro, prácticamente negro.
La encina es, como el resto de las especies del género Quercus, una planta monoica, aunque presenta cierta tendencia a la dioecia (pies con preponderancia de flores masculinas o femeninas). Sus flores masculinas aparecen en amentos,
densamente agrupados en los ramillos del año, primero erectos y
finalmente colgantes, que toman un color amarillento, luego anaranjado
y, al final, a la madurez, pardo. Se dan por toda la copa, aunque
preferentemente en la parte inferior y en algunos ejemplares con más
abundancia que las femeninas, por lo que estos pies son poco productores
de frutos.
Las flores femeninas son pequeñas; salen aisladas o en grupos de dos,
sobre los brotes del año y en un pedúnculo muy corto, presentando en
principio un color rojizo y a la madurez un amarillo anaranjado. La
floración se produce entre los meses de marzo a mayo, cuando la
temperatura media alcanza los 20 °C y 10 horas de sol diarias, después
de un periodo de estrés. La dispersión del polen es principalmente anemófila, y en menor medida entomófila, durando entre 20 y 40 días según las condiciones meteorológicas. La alogamia
es el tipo de reproducción más frecuente, entre distintos individuos,
aunque también es posible la autopolinización con flores masculinas del
mismo individuo autogamia. Es frecuente que se produzca hibridación producida por factores como la alogamia, la separación de las flores y las condiciones climáticas.
Bellotas de la encina o carrasca.
Las encinas se cultivan principalmente por sus frutos, las conocidas bellotas.
Son unos glandes de color marrón oscuro cuando maduran (antes,
lógicamente verdes), brillantes y con una cúpula característica formada
por brácteas muy apretadas y densas, que los recubren aproximadamente en
un tercio de su tamaño. Se distingue también de la coscoja la caperuza
de las bellotas, ya que en ésta recubre el glande hasta la mitad y el
exterior es punzante; no así en otras especies de Quercus
cuyas bellotas a veces son muy parecidas a las de la
encina. Maduran de
octubre a noviembre y algunos años incluso en diciembre, por lo que la
caída de la bellota puede retrasarse hasta enero, aunque es poco
frecuente. La edad mínima a la que
Se reproducen muy bien las encinas por semilla
(sembrando las bellotas), aunque también se multiplican por brotes de
raíz y de cepa. Se crían bien en todo tipo de suelos y desde la costa
hasta unos 1.500 msnm a veces más, en forma de arbusto (carrasca o chaparra).
Su área de distribución natural es el Mediterráneo, ya que se
encuentra en todos los países que lo bordean, pero sólo en las zonas con
clima mediterráneo, ya que cuando el clima es más lluvioso y de tipo
atlántico, la sustituyen otras especies de Quercus, como los robles, quejigos o alcornoques. Así, en España resulta ser la especie forestal que más territorio ocupa: unos 3 millones de hectáreas de encinares repartidos por toda la península y en las islas Baleares, excepto la franja costera cantábrica donde, sin llegar a ser rara, es mucho menos abundante que en el resto de la península.
Cultivadas las encinas se mantienen generalmente en dehesas,
en las que se aprovechan sus bellotas para alimentar al ganado y su
leña para hacer un excelente carbón. En estado natural, las encinas
forman extensos y muy tupidos bosques junto con las demás especies
típicas del bosque mediterráneo: jaras, cantuesos, madroños, brezos, durillos, cornicabras, retamas, y un largo etcétera según las zonas.
Aparte del uso mencionado de las encinas como recurso ganadero en las
dehesas (los cerdos alimentados con bellotas dan los mejores jamones),[4] esta especie ha tenido infinidad de aplicaciones desde la antigüedad hasta nuestros días.
Su madera es muy dura e imputrescible, aunque difícil de trabajar,
por lo que se emplea para fabricar piezas que tengan que soportar gran
rozamiento, como en carros, arados, parquets, herramientas, etc., así
como en pequeñas obras hidráulicas y en la construcción como pilares o
vigas. Además resulta una excelente leña para quemar y para hacer carbón vegetal.
Leña y carbón de encina constituían hasta el primer tercio del siglo XX
los principales combustibles domésticos en amplias zonas de España.
La corteza cuenta con gran cantidad de taninos, por lo que es muy apreciada en las tenerías para curtir el cuero (especialmente utilizada en Marruecos), y junto con las hojas y bellotas machacadas se prepara un cocimiento que resulta ser astringente y útil para desinfectar heridas.
Las bellotas
más dulces, además de alimentar al ganado, resultan comestibles para
los humanos por lo que se comen a menudo tostadas como otros frutos
secos, o en forma de harina para hacer un pan algo basto.
La encina es el árbol más abundante en la península ibérica y en otras
áreas del Mediterráneo. Cada año brotan y desaparecen millones de pies.
La primera de las causas de mortandad de los pies de encina es la
conocida como "seca de la encina", un síndrome multifactorial
caracterizado por: hojas que amarillean y caen repentinamente; muerte de
los renuevos; reacción con la emisión de numerosos brotes adventicios o
chupones; y, finalmente, produce la necrosis de la raíz y la muerte. Se
implican en esta grave y compleja patología algunas especies de hongos:
Phytophtora cinnamomi, que causa la pudrición de las raíces,
Hypoxylum mediterraneum,
Diplodia,
además de malas prácticas de manejo (podas mal practicadas, sin
profilaxis adecuada o en épocas del año inadecuadas). Entre las plagas
que afectan a la encina, su peor enemigo es la mariposa
Tortrix viridana, que destruye los brotes nuevos y ha sido confirmada su presencia en casi todos los encinares de la Península Ibérica.
Además puede padecer ataques de la acción taladradora de las larvas de
los escarabajos longicornes pertenecientes a la familia Cerambicidae.
Una de la especies más destacadas que representan esta familia, el
Cerambyx cerdo, curiosamente también se encuentra protegido.